Una vez aclarados los terminos legales, volvamos a lo nuestro, que curiosamente también tiene que ver con la explotación.
O más bién "explotaiton", que es el caso que nos ocupa hoy. Concretamente, uno de los ejemplos más gloriosos y sinvergüenzas del género. Esta copia del "Tiburón" de Spielberg es una fiesta del cutrismo, la mamarrachada, y la sinrazón, aunque curiosamente el bicho de la función está bastante mejor hecho que el entrañable "Bruce". Comparen y juzguen:
Aqui el bueno de Bruce en acción, con sus ojos saltones y sus dientes de autentico plástico blandito. ¡Te queremos Bruce!
Aquí, el primo de Bruce en todo su esplendor. Notese el parecido familiar inequívoco en la mirada y la expresión.
Y aquí, el tiburonejo de ojos bien integrados, dientes de autentico plástico duro, y una cabeza que parece más a la de un tiburón que a la de la rana Gustavo.
Una vez conseguido un tiburón "decente" (luego comentaremos el por qué de las comillas), la productora intentó asegurar el tiro poniendo actores parecidos a los de la peli madre, y hay que decir que aunque James Franciscus en su ultimo papel se parecía tanto al prota de "Tiburón" como una patata a un boniato, aunque el rol de sus personajes era el mismo, curiosamente en el personaje de Quint les salía un calco casi identico fisicamente, aunque el de la versión italiana era algo menos gilipollas y sociopático que su homonimo americano y fusionaba al personaje de Hooper (Richard Dreyfuss) con el muy tarado superviviente del Indianapolis. Este ejercicio de copia-fusión fue encarnado por un Vic Morrow, alegre secundario curtido en mil batallas, con sorprendente dignidad a tenor de las circunstancias adversas, que no eran pocas.
Joder si no eran pocas.
Para empezar, los medios eran escasos, muy escasos. Cuatro localizaciones acuáticas, unos cuantos extras refocilándose con flotadores, un par de barcas y muchos italianotes/as bien sanos haciendo surf por doquier. Sin olvidar el increíble helicoptero de juguete que se convierte en protagonista de uno de los momentos cumbre de la cochambre técnica que glorifica a este género.
El observador astuto notará a partir del minto 2:30 la presencia del helicoptero de juguete que subsituye en los primeros planos al real. Glorioso y edificante es el momento del impacto contra el agua del minihelicóptero y el impetu con el que se ceba el tiburóncito de plástico con la pobre maqueta.
Y es que todo en "El ultimo Tiburón" merece un punto y aparte, un concienzudo analisis: los tremendos mostachos que lucen los actores, el look italiano trasnochado de pantalones acampanados acabados de salir de los 70, la pésima fotografía, los delirantes planes que peregrinan los personajes a la hora de afrontar la matanza del mal bicho en cuestión, que van desde intentar alzarlo primero a una barca con un trozo de carne sin anzuelo siquiera atado a un palo sostenido por tres adolescentes treintañeros, a intentar el mismo método pero desde un helicoptero, llevado a cabo por el padre de uno de dichos adolescentes. Deducimos que la cosa debe de ser génetica sin duda, y que la lástima es que el bicho solo se comiera al padre por el bien de la evolución humana.
Pero lo más descacharrante es, sobretodo, el psicotrónico comportamiento de la estrella de la función, y no me refiero a James Franciscus, sino al Tiburonejo. El creyente de este blog ya conocerá a esta fiera fusión entre conejo y tiburón, conocido por roer (que no devorar) a sus victimas cual liebre pirenáica a una zanahoria, pero hoy ahondaremos en sus misteriosas costumbres, a saber:
Nos encontramos con una bestia terriblemente educada: antes de roerte sin piedad, siempre asomará la cabecita para saludar y hacer acto de presencia, supongo que para dejar claro a las aseguradoras de quien ha sido el causante del estropicio en cuestión, y para muestra, un youtube de los momentos más estelares del bigardo en cuestión.
A destacar la intervención de el maniqui de feria en el minuto 2:30, tieso heróicamente como un palo sobre la barca previo a un despollante despegue, y las apariciones de la bestia abriendo y cerrando la boquita justo antes de liarla parda y roer sin piedad a sus victimas.
-El tiburonejo, bestia salvaje donde las halla, tiene el pequeño defecto de que no puede abrir la boca más que un palmo a la hora de ingerir, lo que le lleva a hacer las cosas muy muy despacito y con aparente crueldad, como el momento en que devora al pobre Quint/Hooper (minuto 8:48 del último video) con lentitud y mala idea, y manteniendo constantemente la cabeza fuera del agua para que el desafortunado James Franciscus se cabree lo que no está escrito y haga el salto del cormoran tuerto al agua en un gesto completamente fuera de lugar y excelentemente musicalizado por los hermanos De Angelis.
-Por último, esta bestia extraordinária posee el curioso poder de cambiar de espécie según sea el fragmento de documental de la National Geographic que inserten para ambientar a la bestia en cuestión, técnica muy utilizada en toda pelicula de tiburones de la cual ni siquiera la obra maestra de Spielberg pudo librarse, pero que aqui elevan dicha técnica al nivel de arte.
Pero no se dejen engañar por todo esto: "El último..." es, y será, una de mis pelis favoritas de mi infancia, hija de una época y de un modo de hacer/copiar cine que ahora perpetúan con muchisima menos grácia los muchachos de la productora Asylum, con sus mockbusters y copias de grandes hits empleando actores de segunda fila entrados en años. Y es que, Italia, con todas sus grandezas y miserias, creo un subgenero divertido divertido y con un estilo propio que, visto con la perspectiva actual, no deja de ser entrañable en su cutrez involuntaria. ¿Y no es de emocionar de lo que se trata el cine, al fin y al cabo?